Cuatro grandes revoluciones pretendieron cambiar el Antiguo régimen por nuevas concepciones tradicionales del mando y la obediencia.
El banco de pruebas de la historia ha emitido su veredicto.
La americana consiguió su propósito inicial. La primera en el tiempo la inglesa lo ha logrado en parte no va a parar pero las dos últimas, la Francesa y la Soviética, se han saldado con un rotundo fracaso de sus ilusorias pretensiones
No se muda la naturaleza del poder cambiando de soberano y dejando intacta la soberanía. La Revolución Francesa permutó al Rey absoluto por la Nación es decir por la oligarquía de la clase política que asumió la soberanía absoluta de su representación
La Revolución rusa trucó alzar autócrata por el partido único que asumió la soberanía del estado totalitario.
El principio divisorio del poder en el Estado fue descubierto por los
federalistas norteamericanos (Madison, Hamilton, Jay ) que siguieron las huellas de la separación de poderes de Locke, del equilibrio de poderes de Bolingbroke y de la balanza de poderes de Montesquieu. El principio divisorio no se refiere solamente a la separación y al
equilibrio de los tres clásicos poderes del Estado, sino a la necesidad de dividir el poder político, para garantizar la libertad política y evitar los abusos de poder, mediante la vigilancia y control recíproco de los poderes así divididos. Esto es lo que la revolución francesa no hizo, porque siguieron a Rousseau en vez de a Montesquieu. La Revolución Francesa fracasó.
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