1699 - Fénelon - Las aventuras de Telémaco, hijo de Ulises

El rey, que no puede serlo solo, y que no es
grande sino por sus pueblos, se aniquila él mismo
poco a poco por el aniquilamiento insensible de los
pueblos de quienes provienen su poder y sus riquezas.

Ve su estado exhausto de dinero y de hombres;
esta última pérdida es la mayor y más irreparable. Su
poder absoluto hace tantos esclavos cuantos vasallos
tiene.

Le adulan, tiemblan a sus miradas: pero
aguardad la mas leve revolución; este poder monstruoso,
llevado hasta un extremo harto violento, no
puede ser duradero; él no tiene recurso ninguno en
el corazón de los pueblos; él ha cansado e irritado a
todas las clases del estado, él ha precisado todos los
individuos de ellas a suspirar por un cambio que
mejore su suerte. Derrocado el ídolo del primer
golpe, se quiebra y son pisados sus pedazos.

El rey, que, en su vana prosperidad, no encontraba
uno solo, bastante atrevido para decirle la verdad,
no encontrará en su desgracia ningún hombre
que se digne, ni de disculparle, ni de defenderle
contra sus enemigos.

1699 - Fénelon - Las aventuras de Telémaco, hijo de Ulises

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Usa "estado" sin mayúscula, y la palabra "revolución" casi cien años antes de que a Luis XVI al preguntar si era una revuelta, le contestaran: "No, Sire, c'est une révolution"