Hecho nacional

Hecho nacional y conciencia de España.
Antonio García-Trevijano.

CONCLUSIONES

primera. En España existe una cuestión catalana y una cuestión vasca -y por el camino que vamos existirá una cuestión gallega- que están sin resolver. La naturaleza de esta cuestión, fácil de entender y dificil de solucionar, está determinada por hechos objetivos definibles y por sentimientos indefinibles.

Segunda. Los hechos objetivos son: una lengua diferente de la española, unos derechos forales distintos del derecho común, una cultura lingüística diferenciada (literaria en Cataluña y Galicia), una frontera con estados extranjeros y un movimiento minoritario de resistencia a la soberanía del Estado español, que se transforma en partidos políticos cuando tiene la libertad de hacerlo. También es un dato objetivo que este movimiento, con avances y retrocesos, tiene ya una antigüedad centenaria.

Tercera. Los sentimientos indefinibles están expresados a través de la ideología nacionalista, cuya creencia está basada en una hipótesis indemostrable: que Cataluña, País Vasco y Galicia son naciones como España; en una falsedad descriptiva de la realidad que a diferencia de la nación española esas tres naciones, llamadas en la Constitución nacionalidades, están separadas del Estado español, que sólo las domina por su fuerza institucional (soberanía); y en una ambición tan irreal como irrealizable: que el autogobierno o la independencia son los únicos modos de unir a esas tres naciones con sus propios estados.

Cuarta. El Estado ha intentado resolver sucesivamente el problema de las nacionalidades con tres soluciones generales a toda España y una solución particular a esas tres nacionalidades. La solución general de la República federal se disolvió en la anarquía. La solución general del Reino totalitario se disolvió al terminar la represión de la dictadura. La solución particular de la República de los estatutos funcionó bien en Cataluña y País Vasco hasta la Guerra Civil. La solución general de la Monarquía de las autonomías ha fracasado como terapia política de los nacionalismos periféricos y ha levan tado, donde no los había, sentimientos y ambiciones incompatibles con la conciencia de la unidad nacional de España. Esta experiencia demuestra que la solución o es particular para las fuentes del conflicto o no es solución. Queda descartada así la solución del Estado federal para toda España. El señor Pujol en esto, tiene razón.

Quinta. El terrorismo de ETA, como el de una guerra civil sin enemigo, es una aberración moral que oculta el realismo de su análisis: la independencia sólo puede ser un botín de guerra arrancado por las armas al Estado. Sin desearlo, el nacionalismo bélico se está inmolando al nacionalismo pacífico para que obtenga éste un protagonismo político y unas concesiones autonómicas que no conseguiría sin utilizar el miedo a la violencia. La diferencia entre el nacionalismo radical y el moderado no está en los fines, sino en los medios para alcanzar lo mismo.

Sexta. EI nacionalismo pacífico se propone alcanzar su objetivo de autogobierno (que nadie sabe lo que significa) o de independencia por vía de negociación con el Gobierno del Estado. Como armas de persuasión necesita manejar tres factores: un clima de miedo, de exasperación o de cansancio ante la inevitabilidad del terroris nacionalista; una ingobernabilidad del Estado sin el concurso del nacionalismo periférico; una progresividad de la oposición al Estado desde las instituciones autonómicas y desde la sociedad cultural diferenciada, mediante un acuciante apremio de transferencias de más y más competencias.

Séptima. El nacionalismo pretende legitimar su objetivo de autogobierno o de independencia con el ejercicio del derecho de autodeterminación y con el reconocimiento de la soberanía de la Corona. El derecho de autodeterminación, como expresión de una comunidad cultural, es la idea socialdemócrata que inspiró el paneslavismo, el sionismo ruso y el fascismo. La soberanía del Rey en esta Monarquía parlamentaria es puramente simbólica.

octava. El criterio político de la transición destruye la conciencia de la unidad nacional de España, fomenta la falta de ideales de la cultura posmoderna, hace de la corrupción un factor de gobierno y priva a los españoles -sin libertad de elegir y de controlar a sus gobernantes de medios políticos para impedir que el Estado de partidos y de autonomías altere la realidad histórica del hecho nacional.

Novena. La solución a la cuestión de las nacionalidades es insepa- rable de la solución democrática a la crisis del Estado de partidos y de autonomías. Si el nacionalismo periférico, además de auténtico, fuera democrático, no podría aceptar que sea el Estado el que lo institucionalice desde arriba. Ha de ser la diferencia la que organice la diferencia sin cambiarla de naturaleza y de abajo arriba. La libertad política de los ciudadanos puede federar poderes locales y municipales en instituciones de poder regional. Pero la descentralización del Estado por razones democráticas no permite establecer privilegios entre las regiones. Esta es la única síntesis posible de la democracia con el nacionalismo.

Décima. La solución democrática a la particularidad de Cataluña, País Vasco y Galicia es imposible sin la libertad política de los españoles, quienes gozan de las demás libertades públicas, incluso la de votar a listas de partido, para que puedan creerse libres en un estado de servidumbre voluntaria. Mientras los habitantes de Cataluña, País Vasco y Galicia continúen, como el resto de los españoles, en situación de servidumbre voluntaria, el nacionalismo gobernante carece de legitimidad para hablar en nombre de ellos.Y las autonomías no dejarán de ser expresiones feudales, histórica y socialmente reaccionarias, de los intereses y ambiciones de poder de puras oligarquía regionales.

Undecima. Sólo un régimen presidencialista de Gobierno en el Estado puede hacer compatible la unidad nacional de España con autonomías específicas de Gobierno parlamentario en las tres nacionalidades lingüísticas, y con federaciones municipales que descencen y absorban la burocracia de las demás autonomías, bajo la norma de igual tratamiento estatal de las regiones.