Cuando los sacerdotes escucharon la orden del general español, prorrumpieron en gritos y lamentos , y puestos de rodillas delante de Cortés, le suplicaban que no les impusiese tan cruel sacrificio:
su cacique temblando no se atrevía á interceder por ellos, y guardaba un sombrío silencio. Cortés fué inflexible y mandó á sus soldados que derribasen los ídolos. Entonces los sacerdotes sacando fuerzas de su misma desesperación , llamaron al pueblo á las armas, y en pocos instantes Cortés y los suyos se vieron rodeados de una multitud de hombres furiosos. En tan crítica situación, el general español no dió señales de acobardarse y anunció por medio de Marina á los indios, que si se atrevían á disparar una sola flecha contra los españoles, perdería la vida el cacique, y con él perecería todo su pueblo. Los soldados, ejecutando las órdenes de Cortés, echaron á rodar, todos revueltos por las gradas abajo, los ídolos, altares y vasos sagrados, que se hicieron menudos pedazos. Laváronse las paredes, salpicadas de sangre, y una imagen de la Virgen ocupó el lugar del principal ídolo mejicano.
Los indios, mudos testigos de esta ejecución terrible, se imaginaban que el fuego del cielo iba á consumir á los profanadores de su templo, á los destructores de sus divinidades; pero cuando vieron que los españoles quedaban sanos y salvos, esta impunidad les hizo suponer que el dios de los extranjeros debía ser mucho mas poderoso que los ídolos mejicanos, y recogiendo los fragmentos esparcidos los quemaron, para manifestar el desprecio que les inspiraban tan impotentes divinidades.
"Historia del descubrimiento y conquista de América." 1781 Joachim Heinrich Campe