Gran Bretaña ha sabido mantener ese régimen representativo. El representante, como en la lejanía de los tiempos, representa a un distrito electoral. Se ha presentado en libre competencia, sin mandato imperativo ni sistema de listas confeccionadas por las cúpulas dirigentes. Se vota a un candidato, una persona determinada con la que se puede dialogar y a la que se puede criticar si rompe las directrices defendidas en campaña electoral. Es decir, un representante de carne y hueso, no una filfa artificial. No un número en una lista. Una persona con criterio propio, con un compromiso claro con sus electores. Competencia en lucha abierta, porque el distrito uninominal concentra los focos sobre los candidatos, no solo sobre un partido.
Jesús Neira Rodríguez
España sin democracia: un pueblo a la espera de su libertad política